Tu crohistoria: Trucohistorias.
Aullidos reivindicativos
Por los derechos animales: No abandonéis a vuestras perras, ellas nunca lo harían. O sí. La mía se llama Musa, yo la acaricio pero no la encadeno (a mis juegos). Es amiga de la perra Soledad que nunca se siente sola, siempre encuentra compañía que de ella presuma. Cuando barruntan la tormenta ladran para que te pongas a cubierta. Cuando escribes se echan a tus pies una siesta a la espera de la migaja y cuando acabas tu obra te mueven el rabo, para que se la tires echa una bola y crezca tu ego cuando te la llevan de-vuelta. Luego vienen a mi puerta y cagan unas cuantas letras duras, a veces blandas, más difíciles de recoger. Y entre los dientes rechinan mi edos a sentirse perdidas. Ellas tienen el pedigrí de la libertad.
De tocados
Tocados en el pelo para las novias de contexto, un pretexto de los poetas que se cansan pero no se casan con las musas cuando ya no las usan. Pero discrepo, no cualquiera puede serlo. No así a mis ojos: de mis musos hago uso y abuso, aunque me los guarde en el congelador para el autoconsumo cuidado. Y les doy mis gracias que me agradecen con algunas monedas o con alguna erección, aunque sea de cartón piedra. Pero al menos así nunca nos quedaremos acartonados, inmóviles figuras sobre el pastel que se comen los invitados, relegados a adornar alguna estantería. Es tontería. ¿Estaré tocada del ala? ¿En breve seré alicaída?
Abocados
Abocados al fracaso, a mordiscos con la piedra entre los dientes que me parto en esta sonrisa rota.
A la de-genereción espontánea de uni-versos
La Soledad era virgen por fuerza mayor. Un día se masturbó, se corrió en la nada y nací yo. Rézale a tu virgen de rodillas.
Óscar Wilde decía que “el amor es un sacramento que ha de recibirse arrodillado”. Arrodíllate, recibe la hostia del amor que te dará la Soledad.
Amurallados.
Entre manos un uni-verso amurallado, de amores, de miel y morralla, dulce amorrallado. Estoy ex - cavando una tumba ya acabada. Si reniego de ti, que dos veces niego, citándote y luego no, deseo, entonces ¿te excito? ¿la creatividad?
Y así llegó la petite morte insaciable
La petite morte quiso hacerse mayor. La alimenté con mis manos; Como a un polluelo de mi boca le di la comida. Se hizo tan grande que perdió la consciencia de por vida.
P.S. Un fracasado huele a quemado.