Son ya doce mensajes los que he dejado en el foro, doce huellas de lobo en invierno, pero en realidad en ninguno de ellos he hablado de Doctor Deseo. Y me apetece que el número trece, el despreciado, el que no tiene fila en los aviones ni piso en los hoteles, sea por fin el de la redención.
Me gustaría evitar esas frases típicas, insulsas de tan manidas, como las de que “he crecido con ellos” o “son la banda sonora de mi vida”, aunque realmente, en su crudeza, resida la verdad.
Les sigo desde el principio, desde que callejeaba con los amigos por aquel Bilbao gris y lluvioso, de txubaskero perpetuo y porrazos los fines de semana. Desde entonces han ido cayendo los años, variando las circunstancias, las mías, las de Bilbao, supongo que las del propio grupo, pero cuando escucho las canciones, ya sean las antiguas o las nuevas, siento que más allá de esos cambios, la esencia es la misma. La sangre, los huesos, los sueños y deseos, todos ellos laten ajenos a los sucesivos cambios de piel. Como ocurre con Bilbao, que aunque sea distinto y quizá menos gris (color encantador, por cierto), no ha dejado nunca de ser mi (nuestro) Bilbao de antaño.
Aunque no conozco ni a Francis ni al resto de la banda en persona, son tantos los conciertos, tantas las vueltas a sus discos, tantas las vivencias al calor de sus canciones, que parte de lo que soy es por ellos. Aunque suene bíblico, somos barro en manos de los otros, y parte de mi barro lo ha modelado Doctor Deseo.
Pero a lo que me interesaba llegar es a la inevitable sensación de que no puedo concebir al grupo sin mi ciudad ni viceversa. No le habrán nombrado (todavía) ilustre de Bilbao, pero Francis es parte de ese corazón que bombea la sangre que le mantiene viva a la villa. No sólo por las referencias explícitas, por ese “niña dame la mano, ha llegado el momento de quemar Bilbao”, por los Piratas del Nervión, por el “Llueve en Bilbao”, por el "Chulos hasta para perder" del Athletic o incluso, extrapolando y al mismo tiempo reduciendo, la colaboración en el 18/98… Hay algo más. Hay la sensación de que en cada calle, cada bar o cada esquina, de que en el discurrir de la ría, o en los puentes sacudidos por el viento, hay impregnados restos de las canciones, de las palabras, de las visiones, de los acordes.
Y esto lo digo sin el paradójico perjuicio de que, con todo, si algo tienen las letras y melodías de Doctor Deseo, en mi opinión, es universalidad. No tienen banderas ni localismos porque tocan el hueso y descarnan. Porque al mismo tiempo que rozan y serpentean los cuerpos, arrancan las máscaras, incluidas las de la propia piel. Porque nos queman a todos, vivamos donde vivamos, vivamos como vivamos, vivamos de lo que vivamos, vivamos dentro de quien vivamos...
Iba a seguir con este mensaje, el número trece, el que enreda a DD, a Bilbao y entre líneas a mí mismo, pero mejor corto el torpe discurso de lobo, y me retiro a escuchar de nuevo “Un espejo de lluvia gris”. Menuda letra. El otoño destrozando las hojas del calendario. Y yo aquí esperando, sabiendo que nunca has de volver. Por mucho que se acerque el invierno (referencia literaria).]